Mark sabía cómo meterse en la piel de la gente sin mancharse las manos. Emily recordaba las veces que había menospreciado a Linda. Como cuando le contaba orgullosa que había ganado un nuevo cliente durante la cena y Mark se limitaba a asentir con la cabeza, diciendo: «Es estupendo que te mantengas ocupada», como si no fuera para tanto.
También estaban las noches en las que Linda trabajaba hasta tarde para cumplir los plazos y al llegar a casa se encontraba a Mark tirado en el sofá, rodeado de platos sucios. Él le dedicaba una sonrisa encantadora y le prometía «ayudar más mañana», promesa que nunca parecía cumplir.