Los okupas ocupan la Casa del Soldado y aprenden una costosa lección

Vernon observó cómo se acercaban a la puerta principal y cómo sus expresiones pasaban de la molestia a la incredulidad. Los okupas intentaron abrir la puerta con sus viejas llaves, pero fue en vano. Las nuevas cerraduras se mantenían firmes y su confusión se convirtió en ira.

Empezaron a golpear la puerta, gritando amenazas y maldiciones. Vernon miraba desde dentro, con una sonrisa de suficiencia dibujándose en su rostro. Había llegado el momento del acto final. Cogió el teléfono y llamó a la policía.