Escucha, chico, ¿sabes que puedes acabar en la cárcel si sigues con estas bromas telefónicas?», dijo la mujer al otro lado de la línea y cortó la llamada.
¿Una broma telefónica? Pensó Sam, ¿piensa que le estoy gastando una broma? Sam sabía que estaba haciendo lo correcto, aunque no entendía muy bien lo que estaba pasando. Volvió a marcar el número.