Juntos, se sentaron en una pequeña mesa del centro comercial con una sencilla tarta coronada con una sola vela. Los ojos de Adrian brillaban de emoción mientras soplaba la vela y pedía un deseo. Brianna lo miraba, con el corazón henchido de gratitud y felicidad por el momento por el que había rezado.
Mientras el aire se llenaba de risas y la alegría de sus hijos irradiaba a su alrededor, Brianna sintió que la invadía una oleada de alivio y gratitud. Por primera vez en mucho tiempo, no estaba sola. Un amable desconocido había convertido un día difícil en un recuerdo entrañable.