Una madre soltera y sus hijos en un restaurante no se dan cuenta de que hay un hombre sentado detrás de ellas

«¡Esperad, Adrian, Lucy! Brianna los siguió, pero ya estaban a medio camino de la entrada. Sintió que se le revolvía el estómago. Con un suspiro resignado, los siguió, temiendo la conversación que sabía que se avecinaba. Dentro, las brillantes luces y los coloridos expositores parecían quemarle los ojos.

En la entrada, Brianna quiso recordarle a Adrian que hoy no podía permitirse comprarle el juguete, pero al ver a Adrian y a Lucy recorrer los pasillos con radiantes sonrisas en los rostros, no pudo evitar dejarles disfrutar del momento un poco más. «Adrian, cariño, vámonos a casa», volvió a decir.