Tragando saliva, Brianna cogió su propio trozo de quesadilla y lo partió en dos. «Toma, coge la mía», dijo, con el tono más alegre que pudo conseguir. «No tengo tanta hambre» Empujó los trozos hacia Adrian y Lucy, esperando que el gesto los apaciguara.
Pero Adrian apartó su trozo y murmuró: «No es lo mismo» Lucy miró a su hermano y luego a su madre, y le tembló el labio al decir: «Mamá, por favor, tráele otro plato. Es su cumpleaños» La súplica le cayó a Brianna como un mazazo y luchó por mantener la compostura.