Los mapaches parecían no inmutarse ante la presencia humana, con sus ojos brillantes y agudos y sus pequeñas patas diestras. Uno incluso se aferró a un trozo de pan como si fuera un preciado trofeo. Las risas y los disparos de las cámaras se mezclaron en el aire, captando el momento surrealista de la vida salvaje mezclada con la civilización.
Un atrevido mapache se acercó, olfateó la mochila de una joven y le arrebató las gafas de sol de un bolsillo lateral. Los espectadores lanzaron exclamaciones de asombro y diversión. El ladronzuelo salió corriendo, se encaramó a un tronco caído y guardó su botín como si fuera un tesoro recién descubierto.