De repente, el movimiento onduló a lo largo de la orilla del agua. Un mapache solitario pasó corriendo, con algo retorciéndose entre sus pequeñas patas delanteras. Marcus sintió un nudo en la garganta al reconocer la pequeña figura de Luna, que agitaba las piernas con desesperación. No entendía por qué un mapache se llevaba a un cachorro. Sin embargo, la visión lo paralizó de horror.
Luna colgaba indefensa y a Marcus se le agarrotó el pecho de miedo. Los mapaches no eran conocidos por cazar perros, pero aquí estaba la prueba de alguna aterradora excepción. No había tiempo para pensar; la adrenalina impulsaba a Marcus hacia delante. Chocó contra los juncos, el barro le chupaba las botas y el terror le recorría los nervios.