Marcus, cautivado, siguió documentando cada momento de juego. Captó imágenes de mapaches que se aferraban a las barandillas, rebuscaban entre las migas que se les caían e incluso se subían a los bancos para obtener mejores vistas. Parecía un cuadro extrañamente armonioso -turistas cautivados por la fauna, fauna cautivada por los aperitivos- hasta que se dio cuenta de que Luna no estaba a la vista.
Al principio supuso que estaba persiguiendo insectos por la orilla. Hizo otra foto, escudriñando a la multitud en busca de su familiar cola. Pero el inconfundible destello de pelaje dorado no apareció entre los mapaches y la gente. Una punzada de preocupación le oprimió el pecho.