El hombre se presentó como Samuel, en voz baja pero agradecida. Leah sonrió débilmente y se presentó a su vez. Le aseguró a Samuel que no le debía nada y le deseó lo mejor antes de que se dirigiera hacia la sala de urgencias.
Mientras observaba la figura en retirada del vagabundo, Leah no pudo evitar sentir una sensación cálida y confusa en su interior. Había hecho algo bueno y significativo, algo que iba más allá de su rutina habitual de cautela y autopreservación.