Mientras tanto, Tom parecía inusualmente agitado y ansioso. Le temblaban las manos y tenía el ceño fruncido por la preocupación. Estaba claro que la situación le inquietaba profundamente, algo que no era habitual en él. Normalmente sereno e imperturbable, el estado actual de Tom era un marcado contraste con su comportamiento habitual.
A pesar de su evidente angustia, sostuvo que los problemas que ella estaba experimentando no eran inusuales para una gorila embarazada. Con una calma forzada, explicó que tales sucesos podían formar parte de los cambios normales del embarazo. Su insistencia era inquebrantable, pero sus ojos mostraban un atisbo de duda, como si tratara de convencerse a sí mismo tanto como de tranquilizar a los demás.