En la cubierta, vio aparecer en el horizonte los primeros rayos del guardacostas, que atravesaban los tonos dorados del sol poniente. A medida que el yate de la Guardia Costera se acercaba, una profunda sensación de alivio se extendió por todos los que estaban a bordo.
La visión del guardacostas era un faro de esperanza que indicaba el final de su calvario. El capitán se preparó para transferir el control de la situación a las autoridades, sintiendo cómo el inmenso peso de la responsabilidad se iba desprendiendo poco a poco de sus hombros.