Observando las pantallas de vigilancia, vio a Abir y al resto de su tripulación moviéndose por los pasillos del yate con creciente frustración. Los ojos experimentados y la presencia dominante de Abir lo convertían en un oponente formidable. El capitán decidió que había llegado el momento de enfrentarse directamente a él. El plan dependía de su capacidad para distraer a Abir y ganar tiempo para su equipo.
A medida que se acercaba a Abir, aumentaba la tensión a bordo. Sorprendidos al principio, Abir y su tripulación miraron al capitán Richard con una mezcla de curiosidad y recelo. El capitán mantuvo la calma y se ofreció a mostrar a Abir la carga más valiosa del yate para desviar su atención.