Los piratas ya estaban abordando el opulento yate, y sus rostros decididos y sombríos contrastaban con el lujoso entorno. Sus rasgos ásperos y curtidos atravesaban el esplendor del lujoso yate como una cuchilla la seda.
Cada paso que daban reflejaba un propósito, y sus ojos escudriñaban los decadentes interiores con una mezcla de hambre y desprecio. Los adornos dorados y el lujoso mobiliario parecían burlarse de su intrusión, resaltando lo absurdo de su presencia frente al telón de fondo de la indulgencia.