La visión de la embarcación que se aproximaba produjo una sensación colectiva de alivio en la tripulación. A medida que los guardacostas se acercaban, Adam se preparó para transferir el control de la situación, y el peso de la responsabilidad fue desapareciendo poco a poco de sus hombros.
A la llegada de los guardacostas, Adam los condujo al lugar donde estaban detenidos los piratas. Uno a uno, los piratas fueron entregados, incluido el capitán Arale, que aún parecía aturdido por el rápido giro de los acontecimientos. Antes de que se los llevaran, el capitán Adam se dirigió a los guardacostas con una sombría petición.