Llegaron a la zona designada, un lugar aparentemente anodino en medio del laberinto de carga. Con una señal sutil, invisible para los piratas, Adam alertó a su tripulación oculta. La tensión era palpable, todos los miembros de la tripulación preparados para la acción.
Adam había conducido a los piratas hasta una caja elegida con sumo cuidado, llena hasta el borde de relucientes joyas. La visión del tesoro hizo brillar los ojos de los piratas. Dos de ellos se apresuraron a llenar sus bolsas, desviando por completo su atención de Adam.