Los ojos del capitán Arale se entrecerraron, percibiendo la determinación en la postura de Adam. A cada segundo que pasaba, el peso del momento se intensificaba. La tripulación de Adam, oculta pero vigilante, contuvo la respiración, lista para actuar a su señal.
Sujetado a punta de pistola, la voz de Adam era tranquila y controlada mientras hablaba. «Puedo guiarles hasta el cargamento más valioso del barco», ofreció, con un tono de fingido servilismo para ganar tiempo y bajar la guardia.