Al doblar una esquina, Adam se encontró cara a cara con el capitán Arale y sus hombres. Con paso firme y mirada inquebrantable, se puso en su campo de visión. Los piratas, sorprendidos por su repentina aparición, levantaron sus armas, pero Adam mantuvo la compostura.
Los piratas dudaron. La confianza y el aplomo de Adam denotaban a un hombre que no se dejaba intimidar fácilmente, ni siquiera ante un peligro inminente. Adam evaluó la situación con rapidez y su mente bullía con posibles resultados y estrategias.