Consciente de los riesgos, Adam dirigió su rumbo hacia la última ubicación conocida del capitán Arale. Sus pasos eran medidos y silenciosos, mezclando cautela y determinación. Su mente permanecía alerta a cada sonido y movimiento a bordo de la nave, preparado para cualquier cosa.
A medida que Adam se acercaba a la posición de Arale, un silencio tenso e intranquilo envolvía la nave. Los chirridos y gemidos habituales de la nave parecían acallarse, como si la propia nave contuviera la respiración. La atmósfera se volvió pesada por la expectación y lo desconocido.