En el silencio de la sala de control, Adam cogió la radio. Con voz baja y firme, se puso en contacto con la Guardia Costera, transmitiendo su grave situación con la resolución de un capitán experimentado.
A través de la línea llena de estática, Adam detalló la situación: dos piratas habían sido capturados, pero el capitán Arale y su tripulación armada seguían en libertad. Su informe fue metódico, destacando la urgencia de su necesidad de ayuda.