Ocultos, Adam y su equipo observaron a los piratas a través de una pequeña rendija. Esperaron el momento perfecto para actuar, tendiendo la trampa con meticuloso cuidado. Los piratas, ahora completamente absortos en su botín, eran cada vez más ajenos al peligro inminente.
Su cautela se perdía en un mar de codicia, y cada brillante artefacto nublaba aún más su juicio. Sus voces, bajas pero excitadas, resonaban en la bodega de carga mientras hablaban de su inesperado premio. Ignoraban por completo que Adam y su equipo estaban escuchando cada una de sus palabras.