Sin que los piratas lo supieran, su destino estaba sellado. Los oficiales se marcharon rápidamente para preparar la trampa, mientras los dos piratas que estaban en cubierta se sentían cada vez más inquietos y temían una emboscada a cada paso que daban.
A medida que los dos piratas se arrastraban por el barco, su confianza disminuía. El silencio del enorme navío era desconcertante. No conocían la piratería y se sentían perdidos. En la sala de control, el capitán Adam y Harris trazaron rápidamente un plan.