Una vez concluidas las formalidades, la gente empezó a dispersarse, las risas y las charlas llenaron el ambiente. Anna bebió un sorbo de champán y miró a Oliver; sus ojos se cruzaron con los de él un instante antes de apartarse. Oliver lo percibió: las preguntas no formuladas, la incertidumbre y la silenciosa expectación por lo que vendría a continuación.
Su portátil estaba sobre la mesa de la otra habitación, guardando aún el secreto que les había llevado a aquel precario momento. Mientras se encontraban en medio de la alegre celebración, cada uno era plenamente consciente de que su próximo encuentro sería un punto de inflexión, para bien o para mal. Y así, con copas de champán en la mano, se mezclaron con sus invitados, mientras el peso de las palabras no dichas se cernía sobre ellos, esperando el momento adecuado para ser reveladas.