Ella se dio la vuelta y, bajo la suave luz, su rostro era un paisaje de emociones. Sorpresa por su interrupción, curiosidad por su tono solemne, y algo más, tal vez un destello de comprensión intuitiva de que lo que estaba a punto de decir no era poca cosa.
«Por supuesto», dijo ella, con voz tan suave como la luz que los rodeaba. «Pero primero déjame recuperar el aliento; el día de hoy ha sido abrumador» Su risa era inquieta, un sutil reconocimiento de que la habitación estaba cargada de una intensidad tácita.