Oliver vaciló, dividido entre su conciencia y la duda enconada que no le dejaba en paz. Justo cuando estaba a punto de adentrarse en el remolino de rostros jubilosos y llegar hasta Anna, ella salió con elegancia de la multitud, desapareciendo en una sala más pequeña, lejos de los asistentes a la boda.
Era ahora o nunca.