Sin embargo, las chicas actuaron como si no hubieran oído el claxon. Siguieron riendo y charlando sin preocuparse por nada. Patrick volvió a tocar el claxon, esta vez más fuerte y durante más tiempo. Ya no podía perder más tiempo.
Pero en lugar de la rápida respuesta que esperaba, las chicas se limitaron a mirar en su dirección, con expresión de desdén. Una de ellas, una rubia con el pelo perfectamente rizado, le hizo un gesto con el dedo, con una sonrisa de suficiencia curvando sus labios.