El corazón de Patrick se aceleró mientras conducía el viejo camión por las bulliciosas calles, con las manos agarrando el volante con más fuerza cada segundo que pasaba. Podía sentir el sudor en la frente mientras miraba la hora en el reloj del salpicadero.
Iba a llegar tarde. Pero ya no había vuelta atrás. No después de todo lo que había hecho para que ese día fuera especial para Lily. Pero cuando por fin se acercó al restaurante, con su gran fachada asomando por delante, el alivio de Patrick duró poco.