Patrick se quedó helado en el aparcamiento, con el escozor de las risas de las chicas resonando aún en sus oídos. Se sintió pequeño, insignificante: un hombre maduro y trabajador reducido a la nada por un par de extrañas con derechos y unas cuantas palabras crueles.
Pasaron veinte angustiosos minutos mientras Patrick daba vueltas alrededor del aparcamiento, y su ansiedad aumentaba a cada segundo. Sabía que el tiempo corría, que su precioso tiempo con Lily se escapaba, pero era incapaz de detenerlo.