La única vez que no tomaba su orden de inmediato era cuando estaba muy ocupada. Ella veía a Buck como alguien que merecía el mejor servicio posible, como cualquier otro. Así es como se convirtió en la mejor camarera a sus ojos.
La luz del sol entraba por los grandes ventanales y dibujaba cálidos dibujos en el suelo de cuadros. Cuando Buck entró, las cosas cambiaron sutilmente. El personal hizo una pausa y el ambiente se volvió una mezcla de respeto y nerviosismo, como si todo el local se preparara para la tormenta que nunca acababa de estallar.