Salazar era la excepción: ella era la única que podía manejar a Buck y seguía sirviéndole.
Buck no tenía mucha paciencia y siempre se enfadaba cuando tenía que esperar. Era tan malo que a veces maldecía al personal. Hasta los empleados más experimentados estaban hartos de su comportamiento. Pero para Salazar, Buck no era un problema, sino un reto divertido. Siempre le atendía con una sonrisa en la cara.