Sindy no era la única que indagaba en secretos enterrados. La gente del pueblo, especialmente Mabel y Betty, también indagaban. Siempre eran curiosas y les gustaba conocer los asuntos de todo el mundo. Esta vez, se toparon con unos registros antiguos que volvieron a poner de actualidad el insólito nacimiento de Sindy.
Todo el pueblo bullía con susurros y conversaciones. Cada descubrimiento, cada recuerdo, era una pieza del rompecabezas de la misteriosa historia familiar de Sindy. El pueblo, una vez más, vivía entre charlas y especulaciones. Los secretos que se desvelaban no se limitaban a las paredes de su casa; estaban a punto de cambiar todo el pueblo.