La única persona en la que Sindy siempre podía confiar era Laura, su hermana mayor de 17 años. Laura la hacía sentir segura y feliz. Cuando estaban juntas, la risa y la alegría sustituían a las preocupaciones habituales de Sindy. Laura conseguía que los malos momentos fueran menos malos.
Las discusiones con mamá eran habituales para Sindy. Después de cada pelea, corría a ver a Laura. «A veces no soporto a mamá, Laura», le decía llena de rabia y frustración. Laura asentía y escuchaba, pero también sabía que no podía ayudar a Sindy sin decir demasiado.