Una pareja de ancianos deja vivir en su garaje a una familia sin techo. ¡Sus corazones se hundieron al día siguiente!

«Robert,» Julia comenzó suavemente, su voz traicionando su vacilación, «no podemos dejarlos aquí. Se están congelando» Señaló a la mujer y a sus hijos. «Ofrezcámosles el garaje para pasar la noche. Es cálido y es lo menos que podemos hacer» Sus palabras flotaban en el aire frío.

Robert frunció el ceño mientras agarraba el volante. No era despiadado, pero no podía ignorar los riesgos. Invitar a extraños a su casa, aunque sólo fuera al garaje, le parecía una temeridad. Suspiró, con voz mesurada. «Julia, lo entiendo, pero no sabemos nada de ellos. No es seguro»