El vecindario se deshacía en condolencias, pero Robert no sabía cómo procesarlas. Algunos vecinos alababan su amabilidad, mientras que otros le advertían de que la confianza podía ser peligrosa. Sus palabras se confundían y ofrecían poco consuelo mientras Robert luchaba contra el aguijón de la traición.
Un par de días más tarde, la policía llamó con una actualización. «Hemos localizado su vehículo, señor», informó el agente. El alivio se mezcló con la aprensión mientras Robert escuchaba. «¿Dónde está? «Abandonado en las afueras de la ciudad», respondió el agente. «No hay rastro de Natalie ni de los niños»