Una pareja de ancianos deja vivir en su garaje a una familia sin techo. ¡Sus corazones se hundieron al día siguiente!

Julia estaba a su lado, con el rostro pálido por la sorpresa. «No puedo creerlo», susurró con voz temblorosa. Había abierto su casa, su corazón, y la habían engañado. Robert apretó los puños, con el escozor de la traición cada vez más profundo. «Sabía que algo no iba bien», murmuró con amargura. «Lo ignoré, y ahora mira»

Saliendo de su aturdimiento, Robert llamó a la policía para denunciar el robo. Al colgar, Robert se sintió vacío. Se sentó pesadamente en el sofá, repasando mentalmente los acontecimientos de los últimos días. Las confesiones llorosas de Natalie, las risas de los niños… todo parecía tan auténtico. «¿Algo de eso era real?», se preguntó, con los pensamientos revueltos.