Aquella noche, Robert estaba tumbado en la cama, dando vueltas en la cama mientras sus pensamientos se agitaban. Justo cuando empezaba a dormirse, volvieron los débiles ruidos: un suave arrastrar de pies, un golpe sordo y luego el silencio. El corazón le latía con fuerza mientras se incorporaba y se esforzaba por escuchar. «¿Y ahora qué?», murmuró en voz baja.
Robert dudó en investigar, pero al final se quedó en la cama, convenciéndose de que no era nada. Aun así, no le resultó fácil conciliar el sueño. Los ruidos permanecían en su mente, cada vez más fuertes en su imaginación. Por la mañana, sus nervios estaban crispados y decidió quitarse de la cabeza los extraños sonidos.