Mientras Robert hacía las maletas para irse, se le revolvía el estómago. Ensayó mentalmente posibles conversaciones, tratando de encontrar el equilibrio adecuado entre amabilidad y firmeza. No quería parecer inhumano, pero tampoco podía ignorar su creciente malestar.
De camino a casa, Robert no podía deshacerse de la tensión acumulada durante todo el día. Sus pensamientos oscilaban entre la preocupación y la culpa, cada uno compitiendo por un espacio en su mente. Cuando llegó a la entrada de su casa, no estaba más cerca de encontrar el enfoque correcto, pero sabía que tenía que tener esta difícil conversación de todos modos.