Mientras trabajaba en la oficina, los pensamientos de Robert se vieron consumidos por Natalie y sus hijos solos en su casa. Le comentó la situación a un compañero durante la comida. «¿Les dejas quedarse en tu garaje?», le preguntó ella, con una mezcla de sorpresa y juicio en el tono.
Algunos compañeros elogiaron su acto de caridad. Otros se mostraron escépticos y le advirtieron de los riesgos de confiar en extraños. «¿Y si no son quienes parecen ser?», dijo uno. Robert se encogió de hombros ante sus preocupaciones, pero las semillas de la duda se plantaron firmemente, echando raíces en sus pensamientos durante los momentos de tranquilidad.