Cuando entró en la habitación, Natalie se volvió hacia él con una sonrisa sincera. «Gracias», le dijo en voz baja, con una seriedad que lo sorprendió. «Por dejar que nos quedemos. No sabes cuánto significa para nosotros» Robert asintió, tragando saliva, inseguro de cómo responder. Las palabras que había preparado sobre su marcha le parecían fuera de lugar ahora.
Se sentó a la mesa, con la mirada fija en los niños, que se comportaban inusualmente bien, con sus pequeñas manos cruzadas cuidadosamente delante de ellos. Robert decidió posponer la conversación. Dejó que disfrutaran de aquel momento: una comida caliente en un espacio seguro. Lo que hubiera que decir podría esperar hasta después del desayuno. Por el momento, observaría y pensaría.