Cuando Robert se despertó por la mañana y bajó las escaleras, se encontró con Julia y Natalie preparando el desayuno en la cocina mientras los niños se sentaban educadamente en la mesa del comedor, mirando la casa con ojos grandes y curiosos.
Robert vaciló en el umbral del comedor, con los ojos fijos en la escena que tenía ante sí. El olor de los huevos chisporroteando llenaba el aire mientras Julia y Natalie estaban codo con codo en la cocina, con una conversación ligera y cálida. Los niños estaban sentados a la mesa en silencio, con los ojos muy abiertos, absorbiendo cada detalle de la casa. Una punzada de culpabilidad le oprimió el pecho.