Una pareja de ancianos deja vivir en su garaje a una familia sin techo. ¡Sus corazones se hundieron al día siguiente!

La mente de Julia y Robert se agitó, con el peso de lo que acababan de presenciar presionándoles. Sus pensamientos se arremolinaban: las súplicas desesperadas de ella, los rostros inocentes de los niños, la confianza que habían depositado en ellos. «¿Era todo mentira?» Murmuró Robert, agarrando con las manos el borde de la cortina.

Le invadió una oleada de ira, pero bajo ella se escondía un sentimiento de arrepentimiento. Habían ignorado sus instintos, desestimado las advertencias, y ahora esto. Sin embargo, mezclada con la furia había una profunda tristeza. La pareja había querido creer en ella, hacer algo bueno. Pero ahora, simplemente se sentían tontos.

Durante varios minutos, Robert permaneció junto a la ventana, mirando la calle vacía. La casa estaba en silencio, pero su mente bullía de ruido: preguntas, ira y una aplastante sensación de traición. Finalmente, se dio la vuelta, con el cuerpo oprimido por el peso de los acontecimientos de la noche.