Nathan colocó su portátil frente a él, conectado a las cámaras que había instalado antes. Sus manos temblaron ligeramente al pulsar el botón de encendido, mientras contemplaba el espacio vacío de la morgue desde la comodidad de su coche. Durante un rato, no ocurrió nada. Sólo el silencio de una habitación vacía, el parpadeo ocasional de la señal y la inquietud que flotaba en el aire.
Tal vez estoy exagerando, pensó Nathan, tratando de calmar su corazón acelerado. Es sólo una broma, algo que aún no he descubierto. Pero cuanto más miraba la pantalla, más dudas le asaltaban. La morgue parecía demasiado quieta, demasiado silenciosa. Había oído los ruidos, había visto las sombras. Pero ahora… no había nada.