Cuando conoció a su hermana recién nacida y gritó: «Ésa no es mi hermana», su padre empezó a cuestionárselo todo

La rutina dejaba poco espacio para la conversación, por no hablar de la reflexión. Pero las preguntas silenciosas de Anna no cesaban, su vocecita se abría paso a través de la bruma del agotamiento. «¿Por qué no se parece a mí?», preguntó una tarde, sentada en el sofá con las piernas cruzadas y su conejo de peluche en el regazo.

Su tono no era acusador, sólo curioso, pero hizo que James se detuviera. «Es tu hermana, cariño», dijo James con suavidad, aunque las palabras le parecieron vacías incluso al pronunciarlas. Se agachó junto a ella y le apartó un rizo de la cara.