James asintió, aunque no pudo evitar volver a mirar a la niña, el cobrizo vivo de su pelo captando la luz. «Sí», dijo, forzando una sonrisa. sí», dijo, forzando una sonrisa. Es perfecta» Pero mientras levantaba a Anna del taburete y la estrechaba contra sí, no pudo ignorar la duda que le asaltaba en el fondo de la mente.
Los primeros días en casa fueron un torbellino de actividad. Los llantos del recién nacido interrumpían las horas tranquilas de la noche, dejando la casa en un constante estado de fatiga. James y Susy trabajaban como un equipo, intercambiando responsabilidades: amamantar, cambiar pañales, acunar al bebé para que se durmiera.