A pesar del pulido exterior de Pyongyang, las luchas subyacentes de la ciudad son difíciles de ocultar. Corea del Norte invierte recursos en mantener esta fachada, incluso cuando la capital se enfrenta a problemas más profundos de decadencia y abandono.
Aquellos que reúnen el valor y los fondos necesarios para marcharse ven cómo su viaje se detiene a las puertas de China. Incluso con 8.000 dólares, los refugiados encuentran poco consuelo, ya que China les niega el estatus y la protección que buscan desesperadamente.