Pidió su hamburguesa favorita y tomó asiento junto a la ventana, desde donde podía ver la casa de subastas, que proyectaba un tenue resplandor en la noche. Acababa de desenvolver su hamburguesa, el olor a carne caliente y queso fundido llenaba el aire.
Justo cuando Henry estaba a punto de hincarle el diente a su hamburguesa, un traqueteo metálico atravesó la tranquila noche. Se detuvo, con la hamburguesa suspendida en el aire y los sentidos alerta. Giró la cabeza y miró hacia la puerta de la casa de subastas, que estaba bien cerrada pero se balanceaba ligeramente, como si alguien hubiera intentado abrirla a la fuerza, sin conseguirlo.