Siguió a un elefante hasta el bosque, pero no tenía ni idea de que acabaría así.

El elefante se detuvo, giró ligeramente la cabeza como para escuchar, y sus ojos oscuros volvieron a mirar a Amara, transmitiendo un mensaje tácito: síguelo. Dio un paso adelante y pareció observarla atentamente, como si se asegurara de que la seguía. Amara se quedó sin aliento. No le quedaban opciones; huir le parecía absurdo.

Con una respiración profunda y temblorosa, dio el primer paso hacia delante, adentrándose en las sombras del bosque. Cada zancada los alejaba más del mundo que ella conocía. El denso follaje se cerraba a su alrededor, ensombreciendo el camino, pero el elefante se movía con determinación, guiándola por un camino que parecía demasiado directo para ser aleatorio.