No se trataba simplemente de un animal asustado; parecía como si quisiera algo de ella. Intentaba guiar a alguien y, dado que Amara no había huido como los demás turistas, parecía haberse fijado en ella.
Sus dedos temblorosos rozaron el mango del pequeño cuchillo de acampada que llevaba en la mochila, un gesto que la hizo sentirse vulnerable y absurda a la vez. Contra una criatura tan enorme, aquella pequeña hoja era desesperadamente inadecuada.