Siguió a un elefante hasta el bosque, pero no tenía ni idea de que acabaría así.

De repente, la elefanta se detuvo y giró la cabeza para mirar a Amara y a la cría, instándolas a seguir adelante mientras se interponía entre ellas y los cazadores furtivos. Amara dudó, insegura de si quedarse cerca o seguir corriendo. Pero con un suave empujón de su trompa, la madre elefante empujó a Amara hacia delante, instándola a ella y a la cría a continuar sin ella.

La cría gimoteó suavemente pero la siguió obedientemente, guiando a Amara hacia el interior de los árboles. Avanzaron en silencio, con la mente de Amara acelerada mientras intentaba comprender su situación. Sentía la emoción primaria de la supervivencia, atenuada únicamente por el miedo que se apoderaba de cada uno de sus pensamientos.