Siguió a un elefante hasta el bosque, pero no tenía ni idea de que acabaría así.

Pero un leve chasquido resonó por detrás, lo bastante agudo como para congelarla en su sitio. Los elefantes también se detuvieron, con las orejas aguzadas y los cuerpos tensos. Amara se giró justo cuando algo pasó zumbando a su lado, cortando el aire donde había estado su cabeza una fracción de segundo antes.

Su mente se quedó en blanco y sus instintos se apoderaron de ella, mientras su cuerpo descendía hacia el suelo. Sonó otro chasquido, inconfundible: un disparo. La madre elefante respondió al instante, su enorme figura pareció doblar su tamaño, sus orejas se abrieron de par en par y emitió un bramido que hizo temblar el suelo.